domingo, febrero 25, 2007

Al-Hem


Un día Al-Hem tuvo que aceptar el compromiso de dar un discurso a todos los asnos de la aldea.

Llegó el momento y Al-Hem se presentó ante todos y les dijo "Hermanos, creo que lo que más puede llamar nuestra atención es el mundo de los humanos y por esto deseo hablar sobre ello".

Todos aceptaron con la cabeza y se levantó una honda expectación ya que Al-Hem tenía fama de ser un profundo conocedor de los asuntos humanos.

Al-Hem elevando la voz decía: "Y ahora, más que dar un discurso clásico sería mi deseo contestar una a una vuestras preguntas sobre este tema. Esto lo considero más adecuado y más provechoso".

También esto fue aceptado por todos con rebuznos de júbilo pues últimamente vien sabían que eran muy pocos los que llegaban hasta la mediación de un discurso sin cabecear sospechosamente.

Tomó la palabra un asno tan viejo que no se acordaba de su edad, y levantando una pata pidió silencio y después dijo:

"Amado Al-Hem todos sabemos de tu sabiduría, por ello te pregunto algo cuya incógnita llena mis días de vela y mis noches de sueño. Dime ¿adónde van los humanos?".

Y Al-Hem se sentó y guardó silencio un momento, apoyando su cabeza sobre una pata. Despúes dijo:

"Tal vez si fueses observador, querido Al-Amén, sabrías que van donde va un molinillo de viento".

Mientras Al-Amén rumiaba la respuesta que le había cogido de improviso y lo dejó mudo, otro aprovechó y dijo:

"Al-hem, ¿crees que algún día seremos autónomos y estaremos libres de la esclavitud a la que nos inducen los humanos?"

Al-Hem le contestó: "Qué te hace pensar que no son los humanos los esclavos de nosotros? Has de saber querido amigo que el esclavo es aquel que se crea una necesidad. En cuanto a ser autónomo, ¿Qué te imppide serlo? ¿Puede algún humano manipular tu mundo interior?"

Mientras éste guardaba silencio y meditaba sobre la respuesta otro asno dijo: "Al-Hem, nuestro hermano más despierto, dinos: ¿Por qué nos tratan con tanta crueldad los humanos?"

Y Al-Hem le contestó: "No conocen otra forma de amarnos".

Un asno joven aún le dijo: "Maestro Al-Hem dime, ¿Qué he de hacer para llegar a ser un buen asno a los ojos de los hombres?"

Y Al-Hem le respondió: "Si tratas de hacer otras cosas diferentes de las que tú haces para ser bueno a sus ojos, aprenderás a ser hipócrita, y llegará el día en que se convierta en un verdadero martirio para ti mantener tu reputación".

Otro le preguntó: "Háblanos un poco del mundo de los humanos, tú que tanto te interesas por ellos".

Y Al-Hem le respondió: "Ver su mundo, es como ver una tragicomedia contínua. Las lágrimas asoman a sus mejillas tan pronto como la risa. El nuestro, creedme que es mucho más sencillo.

Cuando se levantan no saben a dónde van y cuando se acuestan, apenas si saben de dónde vienen. Cuando hablan con sus semejantes no son ellos mismos, ni lo son cuando se hablan a ellos. Todo su afán está en ocultar sus sentimientos. Todo su afán está en saber fingir mejor. Por lo general consideran más sabio entre ellos a aquel que sabe darle a cada uno su mentira.

Cuando se montan en uno de nosotros se sienten su señor, pero no más llegan a sus casas, son mandados por sus mujeres.

Hay algunos, muy pocos, que miran de vez en cuando a las estrellas y sueñan. La mayoría sólo miran las piedras del camino y lo maldicen mil veces aunque dicen adorar a un Dios.

Se aprovechan de los débiles porque aún no han aprendido que la debilidad es una fuerza. No distinguen a los humildes de los sumisos, ni a los maestros de los charlatanes.

Quieren esclavizarlo todo para sentirse señores de su esclavitud interior. ¡Pobres ingenuos!, juegan con las leyes de la Santa Naturaleza sin saber que es como el fuego que los alimenta.

Tan sólo he encontrado entre todos ellos a uno que quizás pudiera ser llamado hombre, según las normas de nuestros antepasados: Al-Ahim.

El me esclavizó cuando me dejó libre, porque soy yo el que deseo servirle. Un día me dijo después de comprarme en el mercado: "Te llamarás Al-Hem y desde hoy no llevarás todo el arreo que llevan los demás burros, ni llevarás riendas. Cuando yo monte sobre ti iré donde tú me lleves no donde yo te diga.

El día en que sin decirnos nada tú me lleves donde yo deseo ir, siento también tu deseo, ese día seremos uno.

El conoce mis pensamientos como yo conozco los suyos y hablamos.

"¿Quién otro humano conocéis que monte un asno sin riendas y no se altere si va en la dirección contraria a la que él desea? ¿Quién no toma la vara para acelerarnos el paso cuando tiene prisa?".

Tan sólo a Al-Ahim conozco que no haga estas y muchas otras cosas. ¿Y sabéis cuál es el secreto?".

Todos quedaron expectantes y un profundo deseo se veía en sus ojos porque pronto Al-Hem se lo revelara.

Al-Hem dijo: "En cierta ocasión, hablando con Al-Ahim de la vida, me dijo: Las circunstancias son como un asno sobre el que montamos y al igual que ellas, a ti no puedo ponerte riendas".


Cayetano Arroyo - Yo soy cuando comprendo

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