jueves, diciembre 27, 2007

La voz dormida

Dulce Chacón



Guernica (detalle) - Pablo Ruiz Picasso

Tomasa no pudo despedirse de Hortensia. Acurrucada en su dolor a oscuras, en su celda y en silencio, se niega a dejarse vencer. Nuestra obligación es sobrevivir, había dicho Hortensia en la última asamblea a la que ella asistió. Sobrevivir. Tomasa no permitirá que el dolor la aplaste contra el suelo. Sobrevivir. Locuras, las precisas, había dicho Hortensia. Locura. Ronda el silencio. El silencio hace su ronda y ronda la locura. Sobrevivir. Y ronda y ronda. No se lo vamos a poner tan fácil. No. Tomasa no pudo despedirse de Hortensia. Se acurruca en su dolor. Sobrevivir. Y contar la historia, para que la locura no acompañe al silencio. Se levanta del suelo. Contar la historia. Se levanta y grita. Sobrevivir. Grita con todas sus fuerzas para ahuyentar el dolor. Resistir es vencer. Grita para llenar el silencio con la historia, con su historia, la suya. La historia de un dolor antiguo que ahoga el llanto de no haber podido despedirse de Hortensia. Tomasa camina dos pasos al frente, da la vuelta y recorre la celda, otros dos pasos.
Volver. Llora.
Y cuenta a gritos su historia, para no morir. Camina y cuenta:
- Yo tenía cuatro hijos, y una nieta.
Cuenta que tenía cuatro hijos y una nieta, y que la niña se les murió de hambre en los Santos de Maimona.
- Se nos murió. Se llamaba Carmen, Carmencita, mi niña.
Y grita que la madre de la niña era ama de cría.
- Le daba de mamar a dos mellizos en Zafra, y para los tres no le llegaba la teta. Mi consuegra se comía la leche en polvo que la madre le compraba a la hija. Tanta hambre tenía la mujer, tanta hambre, que no supo qué decirle a su hija cuando vio que la niña estaba muerta.
Camina repitiendo sus pasos. Y cuenta que a sus cuatro hijos, a su nuera, a su marido y a ella les cogieron en el monte. Que se echaron todos al monte cuando los acusaron de rojos y de ocupar una finca.
Y era verdad, claro que éramos rojos, y claro que ocupamos la finca. Que estábamos hartos de ir a la rebusca de la aceituna. Las pocas que encontrábamos después de la recogida las cambiábamos por aceite, de eso malvivíamos todos, de la poca aceituna que quedaba en el suelo, que el jornal de yuntero no remontaba nada y no alcanzaba ni para el sustento.
Es hora de que Tomasa cuente su historia. Como un vómito saldrán las palabras que ha callado hasta este momento. Como un vómito de dolor y rabia. Tiempo silenciado y sórdido que escapa de sus labios desgarrando el aire, y desgarrándola por dentro.
Contará su historia. A gritos la contará para no sucumbir a la locura. Para sobrevivir.
Para sobrevivir.
Y cuenta, y grita que a su nuera y a sus cuatro hijos los tiraron desde el puente de Almaraz ante sus propios ojos.
- Cincuenta y tres metros de alto tiene ese rejodido puente.
Ante sus propios ojos les dispararon cuando ya estaban en el agua intentando ganar la orilla. Los tiradores eran expertos. Y todos los "mareados" se hundieron. Así llamaban, "el mareo", al procedimiento de limpieza que usaban las fuerzas de la Benemérita encargadas de la persecución de huidos rojos en el 2º Sector, el de Cáceres y Badajoz. Así lo llamaban. Después la marearon a ella, y a su marido. Él logró mantenerla a flote y llevarla a la orilla, con su cuerpo protegió su espalda de las balas que venían de arriba. Cuando llegaron a la margen derecha del Tajo, su marido estaba muerto. Ella abrazó su cabeza. Y le cerró los ojos, y se mantuvo abrazada a él hasta que una pareja de falangistas al mando de El Carnicero de Extremadura la arrancó de su duelo y empujó el cadáver al agua. Ella lo vio deslizarse corriente abajo mientras la esposaban.
Grita. Para que se despierte su voz, la voz que se negó a repetir la caída de unos cuerpos al agua. Porque contar la historia es recordar la muerte de los suyos. Es verlos morir otra vez.
- A mis hijos también se los llevó el río.
Palabras que estuvieron siempre ahí, al lado, dispuestas. La voz dormida al lado de la boca. La voz que no quiso contar que todos habían muerto.
Llora.
Cuenta.
Y mi nuera, vestida de blanco, con su traje de ama de cría se fue con el agua.
Y ella no. Ella no.
A ella la levantaron del suelo diciéndole que viviría para contar lo que les pasa a Las Damas de Negrín. Y se la llevaron a Olivenza, a la cárcel de mujeres. Allí pasó los años negándose a contar su historia, y sin poder llorar a sus muertos. Ahora la cuenta llorándolos. La cuenta y grita llorando porque no ha podido despedirse de Hortensia. Y grita sin temor a que regrese Mercedes, la funcionaria con moño de plátano que quiere hacerse la buena y se ha acercado dos veces a la puerta:
- Cállese, por Dios, que arriba se la está oyendo y no me va a quedar más remedio que aumentarle el castigo. Que le aumente el castigo si quiere. Y si no quiere que no se lo aumente.
- Por Dios, Tomasa, que me toca guardia en la capilla y tengo que irme. Y mis compañeras se están quejando de sus gritos y ya no sé qué decirles. No me obligue a hacer lo que no quiero hacer. Cállese usted, que se la está buscando y la va a encontrar.
Qué más puede encontrar. Qué más puede hacer la novata pretendiendo no querer hacerlo. Se creerá que es buena. Pero a ella no se la da. Quien nace monje no necesita hábito, y ésta ha nacido con su cargo pintado en la cara. Y buena no es, por mucho que se empeñe. Ésa es de las que espera en la esquina, de las que ofrece una mano y con la otra afila el cuchillo. No se la da. Y no va a conseguir que se calle.
Tomasa no callará. Gritará, porque no ha podido despedirse de Hortensia. No ha podido. Le faltaban diecinueve días de incomunicación cuando Sole le dio la noticia:
- Esta noche la sacan.
Esta noche. Y Tomasa no dejará de gritar su dolor. Recorrerá con su grito el tiempo de esta noche. La Dama de Negrín alzará la voz porque su obligación es sobrevivir. Vivirás para contarlo, le habían dicho los dos falangistas que empujaron el cadáver de su marido al agua. Vivirás para contarlo, le dijeron, ignorando que sería al contrario. Lo contaría, para sobrevivir.
Sobrevivir. Contar que la llevaron a la cárcel de mujeres de Olivenza, que allí estuvo dos años con La Pepa colgándole del cuello, y que compartió celda con una mujer que había perdido a sus dos hijos en el campo de concentración de Casturera. Los ataron el uno al otro y a culatazos los arrojaron a la mina. Sus gemidos subían desde el fondo de la tierra. Sus lamentos se oyeron durante toda una noche, hasta que otros cuerpos se rompieron contra ellos, y luego otros, y otros. Más gemidos. Y una bomba de mano que cae desde lo alto.
- En Castuera fusilaban días alternos, entre las doce y media y la una de la madrugada. Los domingos descansaban. En la boca mina los echaban a cualquier hora, y no alternaban.
Tomasa llora. Y grita que aquella madre se ahorcó una tarde de noviembre, en el retrete de la cárcel de Olivenza. Antes le había contado que en Castuera fusilaron al alcalde de Zafra, don José González Barrero se llamaba. Lo fusilaron un mes después de acabar la guerra. Y lo enterraron boca abajo, para que no saliera. Contar la historia. Sobrevivir a la locura. Recordar a don José, paseando con su esposa por la calle Sevilla. Era verano. Era la caída de la tarde. Y era la República. Su nuera iba vestida de blanco, como ama de cría. En Zafra. Y era la primera vez que Tomasa y su nuera veían de cerca a un alcalde:
- Mire, señora Tomasa, el alcalde. Ese es el alcalde.
Don José. Se llamaba don José. Llevaba a su mujer del brazo, y un sombrero panamá. Atardecía. Don José iba con un traje de lino, y con su esposa del brazo. Tenían una hija que se llamaba Libertad.

lunes, diciembre 24, 2007

¡Feliz Navidad!


La adoración de los pastores - Bartolomé Esteban Murillo





Villancicos flamencos - Villancico de Triana

domingo, diciembre 23, 2007

Merry Christmas

John Lennon

Winter harmony - John Henry Twachtman

So this is Christmas
And what have you done
Another year over
And a new one just begun
Ans so this is Christmas
I hope you have fun
The near and the dear one
The old and the young

A very merry Christmas
And a happy New Year
Let's hope it's a good one
Without any fear
And so this is Christmas
For weak and for strong
For rich and the poor ones
The world is so wrong
And so happy Christmas
For black and for white
For yellow and red ones
Let's stop all the fight
A very merry Christmas
And a happy New Year
Let's hope it's a good one
Without any fear
And so this is Christmas
And what have we done
Another year over
And a new one just begun
Ans so this is Christmas
I hope you have fun
The near and the dear one
The old and the young
A very merry Christmas
And a happy New Year
Let's hope it's a good one
Without any fear
War is over over
If you want it
War is over
Now...

Y como siempre, la traducción aquí



Merry Christmas (war is over) - John Lennon

domingo, diciembre 16, 2007

The road I must travel

The Nightwatchman



Homeland security - Andrew Wyeth

Well I climbed the seven summits
And I swam the seven seas
But the road I must travel
Its end I cannot see
I fought in the jungles
And I fought in the streets
But the road I must travel
Its end I cannot see
Once I had a reason
Don't know what it could be
But the road I must travel
Its end I cannot see
Well I sang to myself
That I want to be free
But the road I must travel
Its end I cannot see

I walked the empty desert
And I was burned in the heat
But the road I must travel
Its end I cannot see
I crossed the frozen wasteland
And in the bitter cold did freeze
But the road I must travel
Its end I cannot see
And I will knock on every door
For I do not have a key
And the road I must travel
Its end I cannot see
Well I sang to myself
That I want to be free
But the road I must travel
Its end I cannot see

They shot a man in Soho
Couldn't guess his age
I found his empty journal
I filled up every page
I called up my state senator
They said he wasn't there
The secretary took my name
And man she sounded scared
So I counted my misfortunes
I added up the blame
I picked through all the garbage
I checked off all the names
I read in the newspaper
They'd questioned all my friends
They hoped that they could find me
Before I struck again
Well I sang to myself
That I want to be free
But the road I must travel
Its end I cannot see

So when thirsty I will drink
When hungry I will steal
But the road I must travel
Its end I cannot see
So tonight I walk in anger
With worn shoes on my feet
But the road I must travel
Its end I cannot see
And I will sing to myself
That I'm gonna be free
But the road I must travel
Its end I cannot see

There's a sign along the highway
But it's too dark now to read

Y si no sabes inglés, pincha aquí




The road I must travel - The Nightwatchman

sábado, diciembre 15, 2007

Ne me quitte pas

Jacques Brel

Les amants - René Magritte

Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà
Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu
À savoir comment
Oublier ces heures
Qui tuaient parfois
À coups de pourquoi
Le coeur du bonheur
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Moi je t'offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il ne pleut pas
Je creuserai la terre
Jusqu'après ma mort
Pour couvrir ton corps
D'or et de lumière
Je ferai un domaine
Où l'amour sera roi
Où l'amour sera loi
Où tu seras reine
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Ne me quitte pas
Je t'inventerai
Des mots insensés
Que tu comprendras
Je te parlerai
De ces amants-là
Qui ont vu deux fois
Leurs coeurs s'embraser
Je te raconterai
L'histoire de ce roi
Mort de n'avoir pas
Pu te rencontrer
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

On a vu souvent
Rejaillir le feu
D'un ancien volcan
Qu'on croyait trop vieux
Il est paraît-il
Des terres brûlées
Donnant plus de blé
Qu'un meilleur avril
Et quand vient le soir
Pour qu'un ciel flamboie
Le rouge et le noir
Ne s'épousent-ils pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

Ne me quitte pas
Je ne vais plus pleurer
Je ne vais plus parler
Je me cacherai là
À te regarder
Danser et sourire
Et à t'écouter
Chanter et puis rire
Laisse-moi devenir
L'ombre de ton ombre
L'ombre de ta main
L'ombre de ton chien
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas


Lo prometido es deuda, Uno, aquí la tienes. Espero que la disfrutes :)



Ne me quitte pas - letra y música de Jacques Brel (traducción aquí)

viernes, diciembre 14, 2007

Claro de luna

Guy de Maupassant



Lovers in the moonlight - Marc Chagall

El padre Marignan llevaba con gallardía su nombre de guerra. Era un hombre alto, seco, fanático, de alma exaltada, pero recta. Decididamente creyente, jamás tenía una duda. Imaginaba con sinceridad conocer perfectamente a Dios, penetrar en sus designios, voluntades e intenciones.

A veces, cuando a grandes pasos recorría el jardín del presbiterio, se le planteaba a su espíritu una interrogación: "¿Con qué fin creó Dios aquello?" Y ahincadamente buscaba una respuesta, poniéndose su pensamiento en el lugar de Dios, y casi siempre la encontraba. No era persona capaz de murmurar en un transporte de piadosa humildad: "¡Señor, tus designios son impenetrables!" El padre Marignan se decía a sí mismo: "Soy siervo de Dios; debo, por tanto, conocer sus razones de obrar, y adivinar las que no conozco."

Todo le parecía creado en la naturaleza con una lógica absoluta y admirable. Los principios y fines se equilibraban perfectamente. Las auroras se habían hecho para hacer alegre el despertar, los días para madurar el trigo, las lluvias para regarlo, las tardes oscuras para predisponer al sueño, y las noches para dormir. Las cuatro estaciones correspondían totalmente a las necesidades de la agricultura; y jamás el sacerdote sospecharía que no hay intenciones en la naturaleza, y que todo lo que existe, al contrario de lo que él pensaba, se sometió a las duras necesidades de las épocas, de los climas y de la materia.

Sin embargo, el padre Marignan odiaba a las mujeres, las odiaba inconscientemente y las despreciaba por instinto. Repetía casi siempre las palabras de Cristo: "Mujer, ¿qué hay de común entre tú y yo?" Y entonces añadía: "Se diría que el mismo Dios estaba descontento de aquella creación suya." Para él, la mujer era la criatura doce veces impura de que habla el poeta. Era el ser tentador que había arrastrado al pecado al primer hombre y que continuaba la obra infernal, el ente flaco, peligroso, misteriosamente perturbador. Y más aún, que su cuerpo de perdición detestaba a su alma amorosa.

En alguna ocasión había sentido esa ternura femenina envolviéndole, y aunque se supiese inexpugnable, se exasperaba ante la necesidad de amar que palpitaba incesantemente en tales criaturas.

En su opinión, la mujer sólo existía para tentar al hombre y probarlo. Nadie debería aproximarse a ella sin las precauciones defensivas y los recelos que se tienen ante las celadas. Y en verdad se parecía a una celada, de labios suplicantes y brazos abiertos, tendida al hombre.

El padre Marignan apenas tenía indulgencia para las religiosas, cuyo voto las hacía inofensivas; pero, a pesar de ello, las trataba con rudeza, porque sentía que, latente en el fondo de sus corazones enclaustrados, tenían aquella perpetua ternura, alcanzándolo a él, aunque fuese cura.

La presentía en aquellas miradas más húmedas de piedad que las de los frailes, en aquellos éxtasis donde se transparentaba siempre la mujer, en aquellos transportes de amor a Cristo que lo indignaban, porque en ellas todo era materia; veía la maldita ternura en la propia docilidad, en la dulzura de la voz cuando le hablaban, en los ojos puestos en el suelo, en las lágrimas resignadas, si él las reprendía con dureza.

Sacudía la sotana en las puertas del convento y salía de allí rápidamente como si huyese de un peligro.

Tenía el cura una sobrina que vivía con su madre en una casita próxima. Se le había metido en la cabeza hacer de ella una hermana de la caridad.

Era bonita, alegre y zalamera. Cuando el padre la reprendía se limitaba a reír, y cuando la regañaba de veras lo besaba con vehemencia, apretándolo contra su corazón, mientras el sacerdote, involuntariamente, procuraba deshacerse de aquel abrazo, que al mismo tiempo le proporcionaba una dulce alegría y despertaba en él la sensación de paternidad que yace en el fondo de todo hombre.

Muchas veces le hablaba de Dios, de su Dios, mientras caminaban por los campos; pero la joven no lo escuchaba y miraba el cielo, las hierbas, las flores, con una alegría de vivir que se le asomaba a los ojos. En algunas ocasiones corría para coger una mariposa, exclamando al traerla consigo: "Mire tío, ¡qué linda es! ¡Hasta siento deseos de besarla!" Y esta necesidad de besar insectos o flores encorajinaba, irritaba y revolvía al padre, que una vez más tropezaba con la enraizada ternura que germina siempre en el corazón femenino.

Pero un día, la mujer del sacristán, que cuidaba de las faenas domésticas de la casa del padre Marignan, le comunicó cautelosamente que su sobrina tenía un enamorado.

Sintió un asombro tan grande que quedó sofocado, sin poder hablar, con la cara llena de jabón, pues en aquel momento empezaba a afeitarse.

Tan pronto como se halló en estado de reflexionar y de poder pronunciar alguna palabra, exclamó:

-¡Está usted mintiendo, Melania! ¡Eso no es verdad!

Mas la campesina juró solemnemente:

-¡Que Nuestro Señor no me dé más de una hora de vida si yo le miento, señor cura! Ella se entrevista con él todas las noches después que su señora hermana está acostada. Se encuentran en las márgenes del río. Si quisiera verlos e ir allá, es entre las diez y la media noche.

El párroco dejó el afeitado de su cara y púsose a pasear de un lado para otro, como hacía siempre en las ocasiones de grave meditación. Cuando volvió a afeitarse, se cortó tres veces entre la nariz y la oreja.

Durante todo el día se mantuvo silencioso, lleno de indignación y de cólera; a su indignación de eclesiástico ante el invencible amor, se unía una exasperación de padre moral, de tutor, de director espiritual engañado, eludido por una criatura; esa cólera egoísta de los padres a quienes la hija anuncia que hizo sin ellos y sin su consentimiento la elección del marido.

Después de comer intentó leer un rato, pero no lo consiguió; se sentía cada vez más indignado. Al sonar las diez tomó el bastón, una enorme rama de árbol que llevaba siempre en sus caminatas nocturnas cuando iba a llevar los Sacramentos a algún moribundo. Contempló sonriendo la enorme garrota con sólido puño campesino mientras la agitaba amenazadoramente, y, de repente, la levantó y, con los dientes apretados, golpeó una silla, cuyo respaldo roto cayó al suelo.

Al abrir la puerta para salir, se detuvo sorprendido por la extraordinaria luz de la luna, bella como casi nunca suele verse.

Poseedor de un espíritu entusiasta, espíritu que todos los padres de la iglesia, esos poetas soñadores, deberían tener, se sintió repentinamente distraído de lo que tanto le preocupaba, impresionado por la grandiosa y serena belleza de la pálida noche.

En el jardincillo del presbiterio, bañado por suave luz, los árboles en flor alineados en filas dibujaban sobre el paseo sus sombras de frágiles ramos de hojas que nacían, en tanto la madreselva gigante, unida al muro de la casa, exhalaba deliciosos aromas como azucarados, que vagaban en la noche fresca y clara como un alma perfumada.

El párroco respiró hondo, bebiendo el aire como los ebrios beben vino, y fue caminando a pasos lentos, feliz, maravillado, olvidándose casi de la sobrina.

Cuando llegó al campo se paró para contemplar la llanura inundada por la luna acariciadora, sumergida en el encanto suave y lánguido de las noches serenas.

Las ranas lanzaban al espacio, incesantemente, sus notas cortas y metálicas, y ruiseñores lejanos dejaban oír una música que provocaba los sueños y no obligaba a pensar; esa música leve y vibrante que parece creada para los besos, bajo la seducción de la luna.

El cura continuó su camino con el corazón turbado sin que supiese el porqué. Sentíase de repente débil y agotado; tenía deseos de sentarse, de quedarse allí a contemplar y admirar a Dios a través de su obra.

A lo lejos, siguiendo las ondulaciones del riachuelo, serpenteaba la línea extensa de los chopos. Una neblina fría, un vapor blanco que atravesaban los rayos de luna, tornándolo plateado y brillante, estaba suspendido alrededor y encima de sus márgenes y envolvía el curso tortuoso de las aguas en una especie de algodón leve y transparente.

Una vez más se detuvo el padre Marignan, empapado hasta el fondo de su alma de un enternecimiento creciente, irresistible. Y una vaga inquietud lo iba invadiendo; sentía nacer dentro de sí una de sus habituales interrogaciones:

¿Con qué fin había creado Dios semejante noches? Pues, si estaban destinadas al sueño, a la inconsciencia, al reposo, al olvido de todo, ¿para qué hacerlas más bellas que los días, más dulces que las auroras y las tardes? Y ¿por qué razón ese astro lento y seductor (más poético que el sol y que parece destinado, de tal manera es discreto, a iluminar cosas demasiado deliciosas y misteriosas para la luz del día) transformaba las tinieblas en transparencia?

¿Por qué razón el más hábil de los pájaros cantores no descansaba como los otros y se hacía oír en la sombra perturbadora?

¿Para qué envolvía el mundo aquel fino velo?

¿Y porqué los estremecimientos del corazón, la emoción del alma y la languidez del cuerpo?

¿A quién estaba destinado aquel desdoblar de encantos que los hombres no contemplaban, porque reposaban en sus lechos?

¿Para quién, entonces, ese espectáculo sublime, esa abundancia de poesía lanzada del Cielo a la tierra?

Y el párroco no encontraba explicación. Pero he aquí que distantes, a la orilla del prado, bajo la bóveda de los árboles húmedos y brillantes de rocío, habían aparecido dos sombras caminando muy unidas.

El hombre era más alto e iba abrazado al cuello de su compañera; de vez en cuando la besaba en la cabeza. Sus figuras animaron de repente el paisaje inmóvil que los rodeaba como un marco divino creado para ellos.

Se diría que no eran más que un solo ser para quien se destinaba aquella tranquila y silenciosa noche; venían en dirección al sacerdote como una respuesta viva, la respuesta que el Señor concedía a su pregunta.

Él continuó allí con el corazón palpitante, turbado, imaginando ver una escena bíblica como los amores de Ruth y Booz o la realización de un designio de Dios en uno de aquellos grandes cenáculos de que hablan las Escrituras. Se acordó de los versículos del Cantar de los cantares, de las llamadas de amor, de todo el calor de ese poema ardiente de ternura.

Y se dijo a sí mismo: "Tal vez Dios hiciese estas noches para velar de ideal los amores de los hombres."

Iba retrocediendo frente a la abrazada pareja que avanzaba siempre. Era la sobrina, sin duda. Sin embargo, el sacerdote se preguntaba a sí mismo si no iría él a desobedecer a Dios. Pues, ¿no era que Dios permitía el amor al rodearlo de un esplendor así?

Y el cura huyó, desorientado, casi con vergüenza, como si acabase de penetrar en un templo en el que no tuviera derecho de entrar.


Clair de lune - Claude Debussy

domingo, diciembre 09, 2007

La mendiga

Mario Benedetti



La lectura interrumpida - Jean-Baptiste Camille Corot

La mendiga bajaba siempre a la misma hora y se situaba en el mismo tramo de la escalinata, con la misma enigmática expresión de filósofo del siglo diecinueve. Como era habitual, colocaba frente a ella su paltillo de porcelana de Sèvres pero no pedía nada a los viandantes. Tampoco tocaba quena ni violín, o sea que no desafinaba brutalmente como los otros mendigos de la zona.

A veces abría su bolsón de lona remendada y extraía algún libro de Hölderlin o de Kierkegaard o de Hegel y se concentraba en su lectura sin gafas.

Curiosamente, los billetes y hasta algún cheque al portador, no se sabe si en reconocimiento a su afinado silencio o sencillamente porque comprendían que la pobre se había equivocado de época.

Extraído del capítulo "Del faro y otras sombras", de "La vida ese paréntesis".

viernes, diciembre 07, 2007

Forever

Berry Boy - John George Brown


I stand alone in the darkness
The winter of my life came so fast
Memories go back to my childhood
To days I still recall

Oh how happy I was then
There was no sorrow there was no pain
Walking through the green fields
Sunshine in my eyes

I'm still there everywhere
I'm the dust in the wind
I'm the star in the northern sky
I never stayed anywhere
I'm the wind in the trees
Would you wait for me forever?

Stratovarius - Forever

Otra visión y la traducción aquí

lunes, diciembre 03, 2007

En la sombra de las cosas

Adonis (Ali Ahmad Said Esber)

Female head - Thomas Couture

Yo prefiero quedar en la penumbra;
quedarme en el secreto de las cosas.

Me gusta introducirme en las criaturas.
Errar como una idea.
Extraño como el arte.
Anónimo,
incierto
y olvidado.

Naciendo, nuevamente,
en cada día.

sábado, diciembre 01, 2007

Serás un hombre

Serás un hombre, hijo mío (Si)

Rudyard Kipling


Retrato de Paulo con gorro blanco - Pablo Ruiz Picasso

Si puedes mantener intacta tu firmeza
cuando todos vacilan a tu alrededor
Si cuando todos dudan, fías en tu valor
y al mismo tiempo sabes exaltar su flaqueza

Si sabes esperar y a tu afán poner brida
O blanco de mentiras esgrimir la verdad
O siendo odiado, al odio no le das cabida
y ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad

Si sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey
Si piensas y el pensar no mengua tus ardores
Si el triunfo y el desastre no te imponen su ley
y los tratas lo mismo como dos impostores.

Si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados.
O mirar hecha trizas tu adorada quimera
y tornar a forjarla con útiles mellados.

Si todas tu ganancias poniendo en un montón
las arriesgas osado en un golpe de azar
y las pierdes, y luego con bravo corazón
sin hablar de tus perdidas, vuelves a comenzar.

Si puedes mantener en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo tirante
para emplearlo cuando en ti todo flaquea
menos la voluntad que te dice adelante.

Si entre la turba das a la virtud abrigo
Si no pueden herirte ni amigo ni enemigo
Si marchando con reyes del orgullo has triunfado
Si eres bueno con todos pero no demasiado

Y si puedes llenar el preciso minuto
en sesenta segundos de un esfuerzo supremo
tuya es la tierra y todo lo que en ella habita
y lo que es más serás hombre hijo mío....

Gracias, Álex, me encanta :)



John Williams - The feather
Esto no es un blog al uso, sólo un rincón donde pongo lo que más me gusta, para disfrute propio. Es público porque tal vez en algún momento alguien necesite un texto, una imagen, una canción. Si es así, habrá servido de algo.

Seguidores

Categorías