jueves, julio 31, 2008

Jardín antiguo

Luis Cernuda


Surtidor - Joaquín Sorolla y Bastida

Se atravesaba primero un largo corredor oscuro. Al fondo, a través de un arco, aparecía la luz del jardín, una luz cuyo dorado resplandor teñían de verde las hojas y el agua de un estanque. Y ésta, al salir afuera, encerrada allá tras la baranda de hierro, brillaba como líquida esmeralda, densa, serena y misteriosa.
Luego estaba la escalera, junto a cuyos peldaños había dos altos magnolios, escondiendo entre sus ramas alguna estatua vieja a quien servía de pedestal una columna. Al pie de la escalera comenzaban las terrazas del jardín.
Siguiendo los senderos de ladrillos rosáceos, a través de una cancela y unos escalones, se sucedían los patinillos solitarios, con mirtos y adelfas en torno de una fuente musgosa, y junto a la fuente el tronco de un ciprés cuya copa se hundía en el aire luminoso.
En el silencio circundante, toda aquella hermosura se animaba con un latido recóndito, como si el corazón de las gentes desaparecidas que un día gozaron del jardín palpitara al acecho tras de las espesas ramas. El rumor inquieto del agua fingía como unos pasos que se alejaran.
Era el cielo de un azul límpido y puro, glorioso de luz y de calor. Entre las copas de las palmeras, más allá de las azoteas y galerías blancas que coronaban el jardín, una torre gris y ocre se erguía esbelta como el cáliz de una flor.

***

Hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje. Allí en aquel jardín, sentado al borde de una fuente, soñaste un día la vida como embeleso inagotable. La amplitud del cielo te acuciaba a la acción; el alentar de las flores, las hojas y las aguas, a gozar sin remordimientos.
Más tarde habrías de comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que tenían en tus sueños al borde de la fuente. Y el día que comprendiste esa triste verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarte de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada.

Ocnos (1940-1963)




José Luis Encinas - Sortilegio

viernes, julio 18, 2008

Orobroy


Dedicado a mi amigo Álex, que en unos meses será papá, el mejor papá del mundo :)



Nuestra Señora de Andalucía - Julio Romero de Torres

Bus junelo a purí golí e men arate
sos guillabela duquelando
palal gres e berrochí,
prejenelo a Undebé sos bué men orchí callí
ta andiar diñelo andoba suetí
rujis pre alangarí.

Cuando escucho la vieja voz de mi sangre
que canta y llora recordando
pasados siglos de horror,
siento a Dios que perfuma mi alma
y en el mundo voy sembrando




Orobroy - David Peña Dorantes

miércoles, julio 09, 2008

Fiebre

Miguel Fernández



Un gran libro - Albert Porta

Hasta sentir el paño mojado sobre la frente, había intentado atravesar una sustancia espesa, pegadiza, dulzona, parecida al algodón de la feria. Abrí los ojos lentamente.
-Sigue durmiendo- dijo ella -estás ardiendo.
-Tengo sed.
Al cabo de unos instantes noté el borde de un vaso junto a mis labios.
-Sólo un pequeño sorbo- me recomendó.
El agua cruzaba por mi lengua con la ineficacia de un chaparrón en el Sáhara. Sólo en los labios quedó un resto de humedad.
-¿He dormido mucho rato?
Desde que se marchó el medico.
-Pero ¿qué hora es?
-Las ocho y media. Estoy preparando la cena.
-No me apetece comer.
-No es para ti, el médico ha dicho que sólo debes tomar zumos y alguna cosa ligera.
-Quiero que vuelvas a...
-Todavía es pronto. Duérmete -me ordenó-, hay que esperar a que haga efecto la medicación.
-Olvidemos las pastillas y las inyecciones. Tú sabes lo que necesito.
-Esperaremos un poco más, vuelve a dormirte. Vendré en cuanto termine.
No cumplió su compromiso. Cuando me despertó al pasar su mano por mi cara, en el reloj de la mesilla me pareció ver que era medianoche.
-Has tardado mucho.
-Vine varias veces, pero no te has dado cuenta.
-¿Se han acostado ya todos?
-Sí. Abre la boca.
Casi inmediatamente paladeé una sustancia pastosa que pretendía evocar el sabor de las fresas. Intenté escupirla pero su mano apretó mi mandíbula.
-No, tienes que tragarte el jarabe.
Bebí otro sorbo de agua para descubrir definitivamente la impostura del falso aroma a fresa.
-Mamá, sabes que lo único que hará mejorar está dentro de ti.
-Cómo se te ocurre decir esas cosas, si alguien te escuchara...
-Es la verdad, tú lo sabes, otras veces...
-Otras veces no tenías tanta fiebre.
-Inténtalo al menos.
Con gran dificultad me moví un poco hacia la derecha para dejar sitio en la cama. Mi madre se sentó primero a mi lado y luego extendió las piernas.
-Eres un caprichoso- me regañó, -creo que te estoy malcriando. A ver... por dónde empezamos.
-Con Bécquer.
-Bécquer no sirvió de nada la última vez, habrá que probar con algo más recio. ¿Neruda?
-Bueno y un poco de Juan Ramón también.
-No, Juan Ramón, no. Ese es sólo para situaciones muy graves. En todo caso, Borges. O, mejor, se me ha ocurrido una idea.
-¡A ver!- exclamé.
Los labios de mi madre se acercaron a mi oído y con una dulzura que pocas veces en mi vida he vuelto a sentir comenzó a hablarme en voz baja.
-Defender la alegría...
-¡Benedetti!
-Sí, el año pasado funcionó.
-Está bien, empieza con Mario. No te demores más.
-Defender la alegría...
Al instante la fiebre bajó. Aquella misma semana pude volver al colegio.

lunes, julio 07, 2008

Báilame el agua

Daniel Valdés


La playa - Antonio Cazorla

Báilame el agua

Báilame el agua.
Úntame de amor y otras fragancias de su jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir.
Aviva las ascuas.
Ponme a secar como un trapo mojado.
No desates las cuerdas hasta que sea tarde.
Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma.
Llámame tonto.
Sacrifica tu aureola.
Perdóname.
Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.
No me arrastres.
No me asustes.
Vete lejos.
Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo.
Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.
Fuma un cigarro para mí.
Traga el humo.
Arréglalo y que no vuelva a estropearse.
Échalo fuera.
Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.
Sueña retorcido.
Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.
Dame la llave de tus oídos.
Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor.
Hasta reventar.
Sé yo mismo y no te arrepentirás.
¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos.
Yo te enviaré a los míos.
Píllate los dedos.
Los lameré hasta que no sepan a miel.
Hasta que no dejen de ser miel.
Sal, niega todo y después vuelve.
Te invito a un café.
Caliente claro.
Y sin azucar. Sin aliento.

Daniel Valdés

martes, julio 01, 2008

¡¡¡CAMPEONES!!!

Porque sí, porque somos ¡¡¡CAMPEONES!!!



John Williams - The feather
Esto no es un blog al uso, sólo un rincón donde pongo lo que más me gusta, para disfrute propio. Es público porque tal vez en algún momento alguien necesite un texto, una imagen, una canción. Si es así, habrá servido de algo.

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