Querido Jorge:
He recibido tu carta. Yo creí que estabas molesto. Celebro con todo mi pobrecito corazón (este desdichado hijo mío), que estés como antes, como la primera vez. Lo pasas mal y no debes. Dibuja un plano de tu deseo y vive en ese plano dentro siempre de una norma de belleza. yo lo hago así, querido amigo... ¡y qué difícil me es! pero lo vivo. Estoy un poco en contra de todos, pero la belleza viva que pulsan mis manos me conforta de todos los sinsabores. Y teniendo conflictos de sentimientos muy graves y estando transido de amor, de suciedad, de cosas feas, tengo y sigo mi norma de alegría a toda costa. No quiero que me venzan. Tú no debes dejarte vencer. Yo sé muy bien lo que te pasa.
Estás en una triste edad de duda y llevas un problema artístico a cuestas, que no sabes cómo resolver. No te apures. Ese problema se soluciona solo. Una mañana empezarás a ver claro. Lo sé. Me apena que te pasen cosas malas. Pero debes aprender a vencerlas, sea como sea. Todo es preferible a verse comido, roto, machacado por ellas. Yo he resuelto estos días con voluntad uno de los estados más dolorosos que he tenido en mi vida. Tú no te puedes imaginar lo que es pasarse noches enteras en el balcón viendo una Granada nocturna, vacía para mí y sin tener el menor consuelo de nada.
Y luego... procurando constantemente que tu estado no se filtre en tu poesía, porque ella te jugaría la trastada de abrir lo más puro tuyo ante las miradas de los que no deben nunca verlo. Por eso, por disciplina, hago estas academias precisas de ahora y abro mi alma ante el símbolo del Sacramento, y mi erotismo en la "Oda a Sesostris", que llevo mediada.
Te hablo de estas cosas, porque tú me lo pides; yo no hablaría más que de lo que, exterior a mí, me hiere de lejos de una manera segura y sapientísima.
¡Pero me defiendo! Soy más valiente que el Cid (Campeador).
Esta "Oda a Sesostris" te gustará, porque entra dentro de mi género furioso. La "Oda al Sacramento" está ya casi terminada. Y me parece de una gran intensidad. Quizás el poema más grande que yo haya hecho.
La parte que hago ahora (tendrá más de trescientos versos en total) es "Demonio, segundo enemigo del alma", y eso es fuerte.
Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.
Forma de la belleza sin nostalgia ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Médula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.
Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.
Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos,
fuego para la carne sensible que se quema,
níquel para el sollozo que busca a Diso volando.
Me parece que este Demonio es bien Demonio. Cada vez esta parte se va haciendo más oscura, más metafísica, hasta que al final surge la belleza cruelísima del enemigo, belleza hiriente, enemiga del amor.
Adiós. Te he dado la lata. Un abrazo muy cariñoso de
Federico
Escríbeme.
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