martes, abril 25, 2006

Remedios la bella

Uno de los personajes más fascinantes de Macondo. Remedios es una mujer bellísima y extraña, elemental y pura, que vive como ajena a la vida ordinaria. Su belleza enciende el deseo de los hombres, pero aquellos que intentan consumarlo mueren de forma inesperada. Veamos el poético final de la historia de tan insólita mujer.

La suposición de que Remedios, la bella, poseía poderes de muerte, estaba entonces sustentada por cuatro hechos irrebatibles. Aunque algunos hombres ligeros de palabra se complacían en decir que bien valía sacrificar la vida por una noche de amor con tan conturbadora mujer, la verdad fue que ninguno hizo esfuerzos por conseguirlo. Tal vez, no sólo para rendirla sino también para conjurar sus peligros, habría bastado con un sentimiento tan primitivo, y simple como el amor, pero eso fue lo único que no se le ocurrió a nadie. Úrsula no volvió a ocuparse de ella. En otra época, cuando todavía no renunciaba al propósito de salvarla para el mundo, procuró que se interesara por los asuntos elementales de la casa. "Los hombres piden más de lo que tú crees", le decía enigmáticamente. "Hay mucho que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir por pequeñeces, además de lo que crees." En el fondo se engañaba a sí misma tratando de adiestrarla para la felicidad doméstica,, porque estaba convencida de que, una vez satisfecha la pasión, no había un hombre sobre la tierra capaz de soportar así fuera por un día una negligencia que estaba más allá de toda comprensión. El nacimiento del último José Arcadio, y su inquebrantable voluntad de educarlo para Papa, terminaron por hacerla desistir de sus preocupaciones por la bisnieta. La abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano ocurriera un milagro, y que en este mundo donde había de todo hubiera también un hombre con suficiente cachaza para cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta había renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer útil. Desde las tardes olvidadas del costurero, cuando la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la manivela de la máquina de coser, llegó a la conclusión simple de que era boba. "Vamos a tener que rifarte", le decía, perpleja ante su impermeabilidad a la palabra de los hombres. Más tarde, cuando Úrsula se empeñó en que Remedios, la bella, asistiera a misa con la cara cubierta con una mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso misterioso resultaría tan provocador, que muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como para buscar con paciencia el punto débil de su corazón. Pero cuando vio la forma insensata en que despreció a un pretendiente que por muchos motivos era más apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza. Fernanda no hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a Remedios, la bella, vestida de reina en el carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria. Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.

-¿Te sientes mal? -le preguntó.

Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.

-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.

Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerones y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

Gabriel Garcia Márquez

miércoles, abril 19, 2006

Instrucciones para subir una escalera

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Julio Cortázar

lunes, abril 17, 2006

Instrucciones para llorar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar

Mil rosas

En un día de estos en que suelo pensar
"hoy va a ser el día menos pensado",
nos hemos cruzado, has decidido mirar,
a los ojitos azules que ahora van a tu lado

Desde el momento en el que te conocí
resumiendo con prisas Tiempo de Silencio
te juro que a nadie le he vuelto a decir
que tenemos el récord del mundo en querernos.

Por eso esperaba con la carita empapada
a que llegaras con rosas, con mil rosas para mí,
porque ya sabes que me encantan esas cosas
que no importa si es muy tonto, soy así.
Y aún me parece mentira que se escape mi vida
imaginando que vuelves a pasarte por aquí,
donde los viernes cada tarde, como siempre,
la esperanza dice "quieta, hoy quizás sí..."

Escapando una noche de un bostezo de sol
me pediste que te diera un beso.
Con lo baratos que salen mi amor,
qué te cuesta callarme con uno de esos.

Pasaron seis meses y me dijiste adiós,
un placer coincidir en esta vida.
Allí me quedé, en una mano el corazón,
y en la otra excusas que ni tú entendías.

Por eso esperaba con la carita empapada
a que llegaras con rosas, con mil rosas para mí,
porque ya sabes que me encantan esas cosas
que no importa si es muy tonto, soy así.
Y aún me parece mentira que se escape mi vida
imaginando que vuelves a pasarte por aquí,
donde los viernes cada tarde, como siempre,
la esperanza dice "quieta, hoy quizás sí..."

Y es que empiezo a pensar
que el amor verdadero es tan sólo el primero.
Y es que empiezo a sospechar
que los demás son sólo para olvidar...

Por eso esperaba con la carita empapada
a que llegaras con rosas, con mil rosas para mí,
porque ya sabes que me encantan esas cosas
que no importa si es muy tonto, soy así.
Y aún me parece mentira que se escape mi vida
imaginando que vuelves a pasarte por aquí,
dondé los viernes cada tarde, como siempre,
la esperanza dice "quieta, hoy quizás sí..."



Mix

jueves, abril 13, 2006

Leyenda de Zamarrilla

Cada Jueves Santo sale en desfile procesional por las calles de Málaga, María Santísima de la Amargura, comunmente conocida como "Zamarilla". Esta hermosa Virgen lleva prendida con un puñal en el pecho una rosa roja que cuentan llegó a ella de esta manera....



Reinando Carlos III, una banda de malhechores asolaba los términos de Ronda. Capitaneaba la partida, un vecino de Igualeja, Juan Zamarrilla de nombre, bandido generoso que repartía entre los pobres el producto de sus rapiñas, reservando una parte, para lucimiento propio y de su cuadrilla, que llegó a reunir cincuenta hombres. Gustaba gastar los "cuartos" en cosas de lujo y capricho. Armas finamente cinceladas, costosas sedas, mantas de vivos colores que terciaban sobre sus cabalgaduras como buenos bandidos de un romancero de 1800.

Eran tan audaces, que extendieron sus correrías, hasta las mismas puertas de Málaga, a donde llegaba el vistoso escuadrón, con Zamarrilla al frente, llevando el capitán un sombrero de muchas alas y elegante penacho, distintivo de su jerarquía.

Organizaron las autoridades la persecución en regla de los bandidos y llegó el día en que, muertos o huidos sus hombres, quedó deshecha la partida. Y el que fuera su arrojado capitán, acorralado, hubo de ocultarse en las cercanías de la ciudad, a la espera de la ocasión propicias para entrar en ella.

Una tarde, seguido de cerca por los arcabuceros huye por el llamado Camino de Antequera, y viéndose perdido, busca refugio en una pequeña Ermita, donde se venera la Imagen de la Virgen de la Amargura.

Corren los soldados a cubrir la salida y los alguaciles se aprestan a detenerle. Zamarrilla, solo en la ermita, angustiado, mira a Nuestra Señora, implorando su protección... Y tomando una rápida decisión sube al camarín y se oculta bajo el manto grana de la Virgen.

Cuando los alguaciles y corchetes abandonan la Ermita, tras infructuosa búsqueda, sale Zamarrilla de su escondite. Tranquilizado el ánimo, quiere dejar a su Salvadora una ofrenda que recuerde la merced recibida. Y hallando en el zurrón una hermosa rosa blanca, que desgajó al pasar por un sendero, se acerca a la Imagen, y con mano trémula le clava la blanca flor en el pecho, utilizando como prendedor su propio puñal.

De rodillas, ante el altar, reza con fervor el bandolero. Y sus ojos, llenos de lágrimas, contemplan atónitos el prodigio.

"Los lindos pétalos blancos
que armiño y nieve semejan
se han teñido de carmín
cual si tintado se hubiera
con la sangre que María
vierte por las culpas nuestras"

Zamarrilla, arrepentido de sus pecados, entró en un monasterio antequerano, donde vivió dedicado a la devoción y a la penitencia.

Una vez al año, cumpliendo promesa, dejaba el monje Zamarrilla su agreste retiro para venir a la Ermita y orar ante la Virgen. Nunca olvidó el antiguo bandido el suceso de la conversion. Y al cruzar los jardines de Teatinos, floridos en la primavera, suplicaba la limnosna de una rosa encarnada que depositaba como recuerdo entre las rosas del mismo color que nunca faltan a los pies de la Imagen.

Un año, cuando se encontraba cerca de la Ermita, ya anochecido, le cortó el paso un salteador, con la intención de robarle. Viejo, pero aún fuerte, Zamarrilla, resucitando antiguos bríos, lucha con el bandido y opone resistencia. Y el malhechor, furioso por la equivocación y la inesperada defensa, saca una daga y le hiere cobardemente. Caído sobre el polvo del sendero, sintiéndose morir, Zamarrilla reza a la Virgen, su bienhechora de la Ermita que divisa entre la arboleda. Y sin fuerzas, levanta un brazo en cuya abierta mano palpita la rosa encarnada de la ofrenda como si fuera el corazón del moribundo.

Y florece de nuevo el milagro. Nuestra Señora se aparece y está frente al monje, sonriéndole dulcemente. Si antes quiso su conversión y arrepentimiento, ahora perdonado, le abre de par en par las puertas del Cielo. Zamarrilla, absorto, vé como la flor roja que sostiene en su mano va quedándose blanca como si de ella saliera la sangre que escapaba por la enorme herida de su pecho. Y habiéndose salvado para la vida eterna, se siente inmensamente feliz.

Al amanecer, unos labriegos, hallaron al borde de un camino próximo a la Ermita, el cuerpo sin vida de un anciano. Vestía un tosco sayal de penitente y no le notaron señal de violencia ni herida alguna. Pero a todos sorprendió la dulce sonrisa que florecía de sus labios. Y una vez al año, algunos fieles devotos de la Virgen, afirman, que han visto en la Ermita, entre las flores rojas que cubren el camarín de la Virgen de Zamarrilla, una rosa de extraordinaria blancura, que nadie sabe como llega hasta allí.

miércoles, abril 12, 2006

La obra y el poeta

El poeta hindú Tulsi Das, compuso la gesta de Hanuman y de su ejército de monos. Años después, un rey lo encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la meditación surgió Hanuman con su ejército de monos y conquistaron la ciudad e irrumpieron en la torre y lo libertaron.

R.F. Burton


John Williams - The feather
Esto no es un blog al uso, sólo un rincón donde pongo lo que más me gusta, para disfrute propio. Es público porque tal vez en algún momento alguien necesite un texto, una imagen, una canción. Si es así, habrá servido de algo.

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